La Vida es Salvaje
'Hay que acabar con el furor de echarle asfalto y cemento a todo'
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Traducción de Marcos Colón
La vida es salvaje. Este es un elemento esencial para un pensamiento que me ha provocado: “¿Cómo podría afectar la idea de que la vida es salvaje en la producción del pensamiento urbano hoy?”. Es un llamado a la rebeldía desde el punto de vista epistemológico, a colaborar con la producción de vida. Cuando digo que la vida es salvaje, quiero llamar la atención sobre un poder de existir que tiene una poética olvidada, abandonada por las escuelas que forman profesionales quienes perpetúan la lógica de que la civilización es urbana, y que todo fuera de las ciudades es bárbaro, primitivo y que le podemos prenderle fuego.
¿Cómo cruzar la muralla de las ciudades? ¿Qué posibles implicaciones podrían existir entre las comunidades humanas que viven en el bosque y las que se enclaustran en las metrópolis? Porque si logramos mantener los bosques en el mundo, habrá comunidades dentro de ellos. Vi una cifra que el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) publicó en un informe apuntando a que 1.400 millones de personas en el mundo dependen del bosque, en el sentido de tener una economía ligada a él. No son los madereros. Es una economía que asume que los humanos que viven allí necesitan del bosque para vivir.
La antropóloga Lux Vidal escribió un trabajo muy importante sobre las viviendas indígenas, en el que relaciona materiales y conceptos que organizan la idea de hábitat equilibrado con el entorno, con la Tierra, el Sol, la Luna y las estrellas, un hábitat que se integra al cosmos, a diferencia de este implante en el que se han convertido las ciudades alrededor del mundo.
Entonces me pregunto: ¿Cómo hacer que el bosque exista en nosotros, en nuestras casas, en nuestros patios? Podemos provocar la emergencia de una experiencia forestal empezando a desafiar este orden urbano sanitario, diciendo: voy a dejar mi patio lleno de malezas, quiero estudiar su gramática. ¿Cómo puedo encontrar un lapacho, un peroba rosa, un jacarandá en medio del bosque? ¿Y si tuviera un moriche en mi jardín?
Hay que acabar con el furor de echarle asfalto y cemento a todo. Nuestros riachuelos no respiran, porque hay una mentalidad de catacumba, agravada por la política de hitos sanitarios, que piensa que hay que poner una losa de cemento encima de cada riachuelo, como si fuera una vergüenza que corra agua allí. Las sinuosidades del cuerpo de los ríos son insoportables para la mente recta, concreta y erguida de quienes planifican el entorno urbano. Hoy, en la mayoría de las veces, la planificación urbana se hace contra el paisaje. ¿Cómo reconvertir el tejido urbano industrial en un tejido urbano natural, acercando la naturaleza al centro y transformando las ciudades desde dentro?