Qué significaría una nueva elección de Donald Trump para la Amazonia y sus pueblos
A días del fin de las elecciones en EE. UU., Marcos Colón reflexiona sobre el impacto de una victoria de Donald Trump para la política ambiental internacional e tambien para la Amazonía
Arte de Fabrício Vinhas con fotografías de Edmar Barros y Gage Skidmore
En 2018, justo antes de que Jair Bolsonaro fuera elegido presidente de Brasil, escribí sobre las nefastas consecuencias de su mandato para la selva tropical y sus pueblos, que denominé “fascismo ambiental”. A medida que se acercan las elecciones estadounidenses y una posible victoria de Donald Trump, debemos reconocer que una amenaza similar está rondando Estados Unidos y amaga con establecer una peligrosa agenda mundial. Esta alarmante tendencia exige que actuemos urgentemente.
La posible victoria de Donald Trump plantea interrogantes no solo sobre el futuro de la democracia estadounidense, sino también sobre el destino de las políticas mundiales para el medioambiente. La selva amazónica, a menudo denominada el pulmón de la Tierra, ocupa un lugar destacado en la lista de regiones amenazadas.
Durante el primer mandato de Trump como presidente, Estados Unidos debilitó numerosas salvaguardas ambientales, como la Ley de Agua Limpia y la Ley de Especies en Peligro de Extinción. Trump también retiró a EE. UU. del Acuerdo de París, dando la espalda a la lucha mundial contra el cambio climático en un momento en que necesitamos actuar con urgencia. Si bien los cambios en la política nacional fueron devastadores, la indiferencia de Trump hacia el medioambiente tuvo ramificaciones mundiales, especialmente para regiones como la Amazonia.
El mundo se enfrenta a las crisis concomitantes del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desigualdad social, y debemos reconocer que la Amazonia es un campo de batalla donde convergen estas luchas. Permitir que se siga destruyendo en un futuro gobierno trumpista no será solo un fracaso moral, sino una catástrofe ecológica que reverberará durante generaciones.
Hogar de una biodiversidad vital y de pueblos indígenas —que, como pueblos reconocidos, tienen derechos diferenciados en el derecho internacional, y subrayo aquí el término “pueblos” porque es esencial afirmar que tienen los mismos derechos que cualquier otra nación—, la Amazonia sufre la amenaza de la deforestación, la minería ilegal y las industrias extractivas. Esa presión se intensificó durante el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, a quien Trump elogió públicamente.
Su política para la Amazonia, caracterizada por incentivar la apropiación indebida de tierras públicas y la extracción de recursos, se alineaba perfectamente con el desprecio de Trump por la gobernanza ambiental. La posible reelección del estadounidense podría reactivar esta peligrosa dinámica y estimular una mayor explotación de la selva.
Cabe recordar que el actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, derrotó por estrecho margen a Jair Bolsonaro en las elecciones de 2022. Desde que asumió el cargo en enero de 2023, Lula ha trabajado para reconstruir la agencia de protección ambiental de Brasil (IBAMA) y la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (FUNAI), ambas desmanteladas durante el gobierno de Bolsonaro.
Los pueblos originarios están presionando a Lula para que demarque más territorios antes del fin de su mandato. También exigen que el Tribunal Supremo suspenda la ley que contiene la tesis del Hito Temporal, que establece que los pueblos indígenas solo tienen derecho a las tierras que ocupaban el 5 de octubre de 1988, fecha de promulgación de la Constitución brasileña.
Esa tesis ya había sido considerada anticonstitucional por la Corte Suprema, pero un Congreso dominado por los conservadores y alineado con la agenda de Trump consiguió introducirla en la ley que regula la demarcación de tierras indígenas. Lula vetó las partes de la ley que mantenían el Hito Temporal, pero la bancada ruralista logró anular los vetos.
La historia de los pueblos indígenas de las Américas están inextricablemente ligadas al legado del colonialismo y la esclavitud. Todos los Estados-nación modernos de la región se han erigido sobre tierras que fueron conquistadas, a menudo con mano de obra esclava. Este trasfondo histórico supone un desafío para los procesos democráticos contemporáneos y exige que reevaluemos a quién se considera ciudadano en estas sociedades.
A lo largo del último siglo, hemos visto como muchos países americanos pasaban de ser repúblicas tradicionales —en el sentido de que solo tenían derecho a voto, o cualquier derecho, determinadas categorías de personas— a ser democracias más pluralistas. Dicha evolución plantea cuestiones críticas sobre la inclusión de los pueblos indígenas en este marco democrático, en el que se aspira a una participación y representación más amplia.
El ascenso de líderes populistas como Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos indica una reacción contra los valores pluralistas. Estos líderes a menudo abogan por el retorno a un modelo más antiguo y excluyente de república, en la que la ciudadanía se definía de forma restrictiva y excluía a los grupos marginados, como los pueblos indígenas.
La lucha actual por “sostener el cielo”, como dice Davi Kopenawa, está en manos de los pueblos indígenas, que pelean por mantener la selva en pie. Hugo Loss, analista de la agencia brasileña de élite para la aplicación de la legislación ambiental y blanco de una extensa campaña de espionaje por parte del gobierno de Bolsonaro, me dijo hace unas semanas:
El medioambiente y sus recursos naturales están en el centro del debate sobre la preservación de la democracia, porque los gobiernos antidemocráticos utilizan el oro y la madera extraídos ilegalmente de la Amazonia para perpetuar su poder”.
Esta dinámica tiene como telón de fondo una narrativa hemisférica más amplia de construcción de naciones en tierras adquiridas por conquista. Como explora Eduardo Galeano en El siglo del viento, las luchas históricas de diversos grupos, incluidos los indígenas y los afroamericanos, reflejan un tema común: la batalla por reconocimiento y derechos en sociedades que los han marginado durante mucho tiempo.
Una democracia pluralista requiere que los pueblos indígenas conserven sus identidades distintivas al tiempo que se les considera miembros integrales de la nación. Sin embargo, este ideal a menudo encuentra cierta resistencia, ya que los sistemas políticos y sociales lidian con las implicaciones de la inclusión. Las narrativas históricas de las Américas revelan que la construcción de las identidades nacionales a menudo se basa en borrar o asimilar las comunidades indígenas.
Los desafíos contemporáneos repiten el pasado, como se ve en propuestas como el Proyecto 2025 —un documento de la conservadora Fundación Heritage que busca promover políticas de derecha para transformar el Gobierno de Estados Unidos en el caso de que Trump gane las elecciones—, que amenaza, más que nunca, con permitir la explotación de recursos en tierras indígenas.
Esta situación enfatiza la importancia de reconocer la soberanía indígena y su derecho a controlar sus territorios y a hacer valer la propiedad colectiva de la tierra, tal y como se recoge en el derecho internacional (como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo) y en las leyes nacionales de algunos países.
Los actuales debates en torno a estas cuestiones reflejan una crisis de identidad más amplia en las Américas: ¿cómo construir naciones inclusivas en medio de una historia de violencia y exclusión? Más concretamente, cuando hablamos de territorios indígenas, ya sea en Estados Unidos o en Brasil, ¿cuánto control tienen realmente los pueblos indígenas sobre sus tierras?
Mientras las Américas se enfrentan a su pasado colonial y a sus consecuencias en el futuro, debemos seguir un camino que dé prioridad a las voces y los derechos de los pueblos indígenas. Una sociedad no será realmente democrática si no reconoce las injusticias históricas y actuales que enfrentan estas comunidades. En este contexto, sigue planteándose una pregunta singular: ¿cómo pueden las naciones de las Américas cultivar una democracia inclusiva que honre la diversidad de sus poblaciones al tiempo que lidian con los legados del colonialismo y la exclusión?
La Amazonia no es solo un tesoro medioambiental; es un vasto repositorio de conocimientos ecológicos y bioculturales, cuidadosamente administrados por los pueblos indígenas a lo largo de milenios. El historial de Donald Trump en materia de derechos indígenas es muy preocupante: su gobierno eliminó la protección de las tierras de los nativos americanos y autorizó la extracción de petróleo y gas. Si este ethos se extiende a su política exterior, podemos esperar una mayor marginación de las voces indígenas en Brasil y en otras naciones amazónicas.
El destino de la Amazonia es inseparable de la lucha contra el capitalismo destructor que pone sus garras en los recursos naturales. El capitalismo populista y extractivista de Trump, centrado en las ganancias económicas a corto plazo a expensas de la sostenibilidad a largo plazo, supone una amenaza directa para el futuro de la Amazonia.
A la luz de una posible reelección de Trump, no me cabe duda de que este modelo de desarrollo destructivo, arraigado en un marco económico muy explotador, se fortalecerá bastante, lo cual tendrá consecuencias incalculables no solo para el clima, sino también para la salud de los humanos. Hay dos razones por las que esta política destructiva cobrará impulso.
En primer lugar, Trump empodera a todos los actores de la Amazonia que practican un modelo criminal basado en el pillaje y la explotación ilegal. Su retórica, centrada en los deseos individuales —“lo quiero y lo voy a tomar porque puedo”—, fomenta acciones que hacen caso omiso de las consecuencias medioambientales, sociales y jurídicas.
Este discurso prioriza el individualismo sobre los intereses colectivos de la comunidad, que es precisamente lo que los que explotan la Amazonia desean oír de sus representantes políticos y de poderosos dirigentes extranjeros como el presidente de Estados Unidos. La narrativa de Trump, por lo tanto, también fortalece a los defensores de las políticas extractivas en Brasil.
En segundo lugar, el marco político de Trump está impregnado de mentiras y negacionismo climático, lo que legitima aún más la agenda desarrollista para la Amazonia. Nunca ha habido un verdadero avance en las políticas de preservación en la región. Al contrario, la regresión ha sido constante, a veces más rápida y agresiva, otras más lenta, pero siempre hacia atrás.
El aumento de las políticas destructivas para la Amazonia afectará sobre todo a los pueblos indígenas y a sus territorios, que a menudo se ven como obstáculos que hay que superar; como bosques que hay que talar y explotar. En algunas zonas de la Amazonia, solo los territorios indígenas consiguen frenar la deforestación, los incendios y otras amenazas ambientales.
Los pueblos indígenas y sus territorios representan la última frontera de resistencia contra el tipo de políticas que encarna Trump. Su victoria avivaría el fuego destructor que consume el concepto de sociedad como un todo y daría prioridad a un individualismo nocivo para el medioambiente y el planeta.
Lo que está en juego en las elecciones de 2024 va mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos: se adentra en el corazón de la Amazonia, cuyo futuro —y por extensión, el de nuestro planeta— pende de un hilo.
La presidencia de Trump probablemente supondría un retroceso en la responsabilidad medioambiental del mundo, por lo que es fundamental que los votantes comprendan las implicaciones que tendrán estas elecciones a largo plazo. La supervivencia de la Amazonia depende, en parte, de las decisiones que se tomen en unas urnas que están a miles de kilómetros de distancia.
Lea aquí el texto en portugués con traducción de Glauce Monteiro; y su versión original en inglés, publicada en colaboración con la Harvard Review of Latin America.
Marcos Colón es profesor de Medios de Comunicación y Comunidades Indígenas de la Iniciativa de las Tierras Fronterizas del Suroeste en la Escuela Walter Cronkite de Periodismo y Comunicación de Masas de la Universidad Estatal de Arizona. Es autor del libro La Amazonia en tiempos de guerra (Practical Action Publishing y Latin America Bureau, 2024).
Traducción: Meritxell Almarza
Montaje de página y finalización: Alice Palmeira
Revisión: Glauce Monteiro
Dirección: Marcos Colón